¿Cuándo un profesor se convierte en maestro? Cuando pasa del enseñar al formar. |
Estudié en un bueno colegio, y no solo por el prestigio sino sobre todo porque tenía buenos maestros, es lógico que mientras estuve en el colegio no lo sabía o si lo sabía no lo valoraba lo suficiente; unos años después, a pesar de haber estudiado administración de empresas, terminé enseñando en el mismo colegio en el que estudié. Recién en ese momento, compartiendo con profesores que fueron mis maestros, terminé de darme cuenta lo valiosos que son los maestros.
¿Qué aprendí de ellos? Creo que muchas cosas, incluso de los que no eran tan buenos, y quiero contarles 5 de estas enseñanzas que me dejaron mis maestros, no solo de colegio, y que hoy me sirven demasiado.
- Dar todo de mi y esforzarme al máximo: He pasado por amanecidas y trabajos interminables, exámenes difíciles y otros imposibles, pero al final, aunque no haya logrado aprender todo de memoria, gracias a ese profesor que me exigió y que a veces me dio otra oportunidad, me esforcé y dí mucho de mí, sacrifiqué salidas y reuniones, pero valió la pena, porque cuando ves el resultado de un examen bien rendido o una exposición excelente, esa satisfacción no te la quita nadie. Aprendí a dar todo de mi porque alguien me dijo que lo podía hacer mejor y me esforcé al máximo para no defraudarme y no decepcionar a esa persona, a mi profesor, a mi maestro.
- Respetar y obedecer a alguien que no sea mi papá o mi mamá y tenerle cariño al mismo tiempo: Estamos acostumbrados a respetar y obedecer a nuestros padres porque son nuestros padres, representan una figura de autoridad, pero un profesor se convierte en maestro cuando se gana tu confianza y respeto. He tenido muchos maestros que han tenido que sufrir para llegar a mi y a mis compañeros, pero no se cansaron y en supieron esperar el momento preciso para acercase y hablar, ¿De qué? De lo que sea y en ese momento dejó de ser un profesor para convertirse en un maestro en quien confías y a quién respetas y estás dispuesto a obedecer, por el simple hecho de ser tu maestro.
- Ser corregido e incluso reprendido y ayudado para mejorar: Nunca me voy a olvidar de muchas cosas del colegio pero de algo que en su momento no valoré pero que me sirvió mucho fueron los memorandums, las llamadas de atención y las sacadas del aula. Tal vez sean métodos que actualmente no son tan efectivos pero para mi lo fueron y aprendí que alguien te puede corregir y seguir queriéndote, que alguien ve tus errores y te corrige no para humillarte y sino para hacerte una mejor persona y sacar lo mejor de ti; aprendí que un profesor cumple con sus horas y temas, pero un maestro detiene su clase cuando tiene que hablar con sus alumnos y ayudarlos a ser mejores, aprendí que ser corregido es bueno, porque es la única manera de salir de la mediocridad y emprender un camino de mejora y eso me lo enseñaron mis maestros.
- Valorar el esfuerzo y apoyo incondicional de las personas: Recuerdo que el día que dicté mis primeras dos horas de clase me pregunté cómo podían aguantar los profesores cerca de 8 horas al día trabajando con alumnos que a veces no quieren escucharte o que simplemente están ahí por obligación más no por convicción. Conforme fue pasando el tiempo me di cuenta de la respuesta, y es que no importa como sean tus alumnos al final los terminas queriendo a todos, incluso a aquel que nunca aprobó una práctica o que no prestaba atención; ese cariño es indescriptible pero se llega a sentir y en ese momento me di cuenta que muchas veces yo había sido una piedra en el zapato para mis profesores, que se volvieron maestros cuando, sin importar mi actitud o mi comportamiento, me apoyaron incondicionalmente y supieron ser pacientes; aunque tal vez esa paciencia no sea saciada nunca porque un maestro casi nunca ve los frutos de su esfuerzo; sin embargo ahí están incondicionalmente.
- Admirar a un héroe de la vida real: La profesión de educador no es la más rentable ni tampoco la más atractiva, pero existe; no solo porque es necesaria sino porque hay gente dispuesta a entregar su vida por formar a otras personas que tal vez nunca te lo agradezcan. En mis maestros he encontrado héroes cuyo trabajo no termina en el colegio sino que llegan a casa a pensar en estrategias para conectarse con sus alumnos y ayudarlos a aprender, llegan a casa a revisar exámenes y trabajos, terminan el día y piden a Dios por su familia pero también por sus alumnos, trabajan en el anonimato sin que a veces nadie sepa el esfuerzo que están haciendo por estar en el aula con un hijo o esposo(a) enfermos, dan más de lo que se les pide cuando llaman a tus padres porque están preocupados por ti o incluso cuando te llaman para conversar y dejan de almorzar para atenderte, ¿Cuándo un profesor se convierte en un maestro, en un héroe? Cuando pasa del enseñar al formar, como decía San Agustín hacer de una persona y verdadero ser humano, un hombre digno entre los hombres.
Gracias a todos mis profesores del Colegio San Agustín de Chiclayo y de la USAT que asumieron el reto de convertirse en maestros y gracias también a todos aquellos que, sin haber sido mis profesores, se convirtieron también en mis maestros; finalmente gracias a todos los que comparten la misión de ser maestros, en especial a mis colegas del Colegio San Agustín; los quiero, respeto y admiro mucho, para mi son ¡Mis héroes!
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